Durante el siglo XX y comienzos del XXI, el movimiento en defensa de los animales ha ganado algunas batallas. En nuestro país, por ejemplo, el Congreso de los Diputados acaba de aprobar, en diciembre de 2017, una ley según la cual los animales ya no son considerados «cosas» sino «seres sintientes». Es un victoria, por supuesto, pero la guerra se sigue perdiendo de largo: a pesar de esta nueva ley, los animales seguirán siendo propiedades, se los podrá comprar y vender, se los podrá usar en espectáculos, así como maltratar y sacrificar en beneficio de los humanos. De hecho, la magnitud de la explotación animal sigue creciendo en todo el planeta: actualmente los humanos matan a 56.000 millones de animales al año, tres veces más que en 1980. Cualquier persona preocupada por el destino de los animales debe entender como una prioridad la salida de este punto muerto de carácter político. Para ello, además del imprescindible activismo, necesitamos un cambio radical de paradigma teórico. Es lo que propone este libro imprescindible que ha revolucionado el pensamiento sobre la «cuestión animal», yendo más allá de la insuficiente y nebulosa teoría tradicional de los derechos animales (según la cual los animales domésticos deberían extinguirse y los animales salvajes ser dejados en paz).