Son, por derecho propio, vecinas de Dios; viven en las laderas de Potosí, la montaña minera explotada desde la noche de los tiempos. Habitan a 4.500 metros de altitud, cerca del cielo y también de la mina: a un paso del infierno. No tratan de vencer una pobreza heredada de generación en generación, luchan por ordenarla y por administrar el desastre cotidiano al que han sido condenadas. Alicia, la niñita minera, sabe que es niña y que no debería trabajar, pero conoce la situación de su madre y de su hermana, y es consciente de que sin su esfuerzo están condenadas. Las tres son mina por dentro y por fuera, lo dicen las heridas de su piel y los padecimientos de su organismo. Son la periferia de la historia, la literatura y la prensa; son heroínas con poncho y gorro de lana. A través de la vida de Alicia, Izagirre nos acerca a la cruda realidad de las niñas mineras potosinas. Intercala de forma sucinta capítulos del pasado y del presente boliviano y da a conocer a personas que, por su maldad o bondad, merecerían protagonizar una o varias novelas. Siempre en clave minera, siempre atendiendo al papel de la mujer, el libro es una crónica de la crueldad que rodea a la montaña y a sus gentes.
hace 7 años