Yibuti, el país más caluroso del planeta, es un territorio hambriento y arrinconado en el Cuerno de África. Nadie se acuerda de sus sequías mortales, sus caminos aún minados tras la reciente guerra civil, sus campamentos de refugiados; ni siquiera los médicos se acuerdan de colorear su malaria en los mapas de las enfermedades. Según un refrán de la tribu issa, hasta los chacales dejan testamento antes de entrar en Yibuti. Y cuando los colonos franceses fundaron la república sobre un yermo arenoso, un chacal moría de hambre ante sus ojos. El propio país está condenado a desaparecer: las placas continentales de África y Arabia se alejan, y Yibuti, situado sobre la cicatriz, se sacude con terremotos y se hunde metro a metro bajo el nivel del mar. Desde 1978, una grieta parte en dos el desierto y se ensanchará hasta devorar el país entero. Tampoco sabemos si Yibuti ha dejado testamento.