Es difícil encontrar una novela negra diseñada con patrones de buena literatura. Definitivamente, Peores maneras de morir no es una excepción. La trama tendría posibilidades si su desarrollo se hubiese llevado a cabo con algo más de finura. Quizás lo imperdonable de la novela sea su ausencia de misterio. Las pequeñas intrigas que se van dejando caer se resuelven en la página siguiente con una facilidad propia de Anacleto agente secreto. Barcelona queda reducida a una especie de aldea de diez habitantes que no paran de aparecer en los lugares donde se encuentre el inefable Méndez. Los diálogos se construyen con el fin de aclarar lo que el autor precise en cada momento. Los protagonistas son más propios, en este caso, de Mortadelo y Filemón. Se podría continuar pero, ¿para qué?
hace 7 años