Una frase que un día apliqué con esta familia es: “los Borgia nunca decepcionan”, y así es. Una segunda parte completamente fascinante, quizá un poco más que la primera. En esta entrega parece que comenzamos a tener el declive de está imperiosa familia. Ya teníamos la muerte de Juan Borgia por el propio hermano, el gran César Borgia. Acontecimiento que representó un golpe muy duro, especialmente para su hermana Lucrecia y Rodrigo “el Papa Borgia, Alejandro VI”. Aquí, ya tenemos un enfoque más enfático sobre Lucrecia Borgia, pero ahora, lejos de Roma y de su núcleo familiar (César y el Papa). La dicha no parece acompañarla todo el tiempo, pasará por muchas pérdidas de hijos (herederos de Ferrara), separación de sus primeros niños tenidos en las primeras uniones, muerte de esposos que plenamente había amado. Y los maridos actuales tampoco parecen amarla y quererla como ella desearía, todo su entorno parece que conspirara contra ella. Sin embargo, otros hombres pretenden ganar más que su afecto, entre ellos Pietro Bembo y Francesco Gonzaga. En los últimos años de su vida, Lucrecia siente que ahora vive una desdicha tan grande proporcional a lo que fue la gloria de los Borgia en Roma antes de la muerte de Alejandro VI. En efecto, esa intocable gloria sólo se debía a una única persona, a su padre el gran Rodrigo Borgia; con su partida también, se iría su poder poco a poco. Realmente, “los Borgia nunca decepcionan”.
hace 2 años