“La casa del padre”, de Karmele Jaio, es una novela llena de silencios. Silencios que hablan más que las palabras.
Ismael calla que es incapaz de escribir su nueva novela. No consigue producir más que textos sin alma y, tras el accidente de su madre, el tener que cuidar de su padre le ha despertado recuerdos de su infancia; recuerdos que pueblan sus noches de terribles pesadillas.
Jasone calla que ha vuelto a escribir. Cuando sus hijas se marcharon de casa retomó aquella bella costumbre que le hacía feliz cuando era joven. Pero Jasone escribe de noche, a escondidas, porque Ismael es el escritor de la casa y no quiere ofenderle.
Una novela a tres voces, en la que la narradora omnisciente nos cuenta lo que los protagonistas no se atreven a confesarse a sí mismos. Se vale para ello de un tercer personaje, catalizador que obligará a Ismael y a Jasone a romper las cadenas que se autoimpusieron hace años.
Un libro que golpea, que nos muestra que a veces consentimos cosas que no deberíamos; que no solo tienen consecuencias para nosotros esas decisiones que nos cambian la vida, sino también para los que nos rodean.
Una historia que terminas con el alma en un puño y la sensación de que la vida puede ser diferente si te atreves a derrotar tus miedos. (Ana García, 7 de julio de 2020)