Desde la infancia, tuvo que presenciar como su padre maltrataba a su madre, una mujer amable y cariñosa a la que nunca vio quejarse, pese a que sobre ella pesaba la carga de mantener a la familia con horarios extenuantes, puesto que el marido había perdido su trabajo y no tenía la menor intención de encontrar otro. Prefería trastear en el garaje y emborracharse hasta perder el control. Una situación realmente cómoda para él. El niño no podía dejar de pensar que su madre era una hormiga, siempre laborando, siempre pendiente de ellos, y su padre, por el contrario, una cucaracha molesta y dañina a la que habría que exterminar. Más tarde, cuando se quedó solo, encontró otras cucarachas por el camino a las que no dudó en aniquilar o poner en el sitio que les correspondía.