Sin duda, el primer mérito de Vanessa Montfort ha sido dar con un personaje tan real como sorprendente, evocador y de actualidad como María Lejárraga, una mujer en la sombra que engrandeció no solo a quienes la rodeaban, sino a toda una época. Personaliza esa búsqueda y ese encuentro en Noelia Cid, que pretende llevar a escena una obra aún no representada de un reputado dramaturgo, que resulta ser esposo de una mujer singular. Cabalga pues la trama entre primeros del siglo XX y primeros del XXI. En esta dualidad está el segundo pilar que apuntala una gran obra literaria. Vanessa sostiene la narración de aquella primera época algo oscura, algo romántica y realmente mágica, mediante un estilo delicado y sofisticado, cual si compusiera una vajilla de porcelana china. La magia de ver desfilar por las líneas a grandes del arte de la época, como Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Manuel de Falla o Benito Pérez Galdós, responde al embrujo que aquella mujer desplegaba, y con el que atrapaba, creaba e inspiraba a todos ellos. El segundo tiempo narrativo resulta más sobrio, prosaico y funcional, una suerte de duralex necesaria para engrandecer mediante su contraste y poner en contexto el mérito y los logros de aquella mujer sin nombre, que responden más a la constancia de su lucha que a la búsqueda de un reconocimiento personal que no precisó. Pero ese reconocimiento sí llega en forma de esta extraordinaria novela, cuya trama cualquier autor querría para sí, pero que solo una pluma sensible y veraz como la de Vanessa Monfort puede llevar a altas cotas de calidad literaria, pero también de justicia histórica.
hace 3 años