Un estudiante del último curso de Historia del Arte lleno de inquietudes sobre las distintas “performances” con las que artistas transgresores reflejan su visión de la realidad. El contacto que entabla con uno de esos creadores por mediación de una profesora de la facultad que ejerce sobre él una influencia que deviene en atracción y que le hace sentirse frustrado. Y las diversas disgresiones en primera persona (el protagonista es un trasunto del autor, hoy profesor de Historia del Arte, en su juventud) sobre los límites de las representaciones artísticas. Todo eso da pie al nudo de la novela: la representación con la que ese extravangante creador pretende denunciar la angustia de los inmigrantes y el dinero ofrecido a éstos en medio de su desesperanza para participar en un experimento en el que su dignidad queda en peligro. Junto a ello, plantear al lector un dilema sobre los límites del arte. Con descripciones de una capital de provincias claramente identificable como Murcia para quien conozca la ciudad, y el reflejo de la inmigración pujante de finales del siglo XX, Miguel Ángel Hernández, como ya hiciera de forma aún más descarnada en “El dolor de los demás”, muestra sin pudores sus sentimientos más profundos ante diversas experiencias. Sin caer en una introspección honda que raye en el autoanálisis, pero provocando en el lector el placer de seguir el hilo de las reflexiones íntimas del protagonista, Miguel Ángel Hernández va consiguiendo en sus novelas de autoficción una de las máximas de la buena literatura: que el escritor sea identificable por sus obsesiones y sus fantasmas sin caer por ello en la previsibilidad. www.antoniocanogomez.wordpress.com
hace 2 años