Este es un libro de infancia, y un libro de viajes, y un libro de historias recuperadas. Un libro para quienes se han regresado para contarlo, para quienes reconocen en su carne la misma materia que las estrellas y se saben de la misma constitución que los montes, los ríos, los animales y las plantas. Para quienes, como los antiguos habitantes de los bosques. de buena gana pedirían perdón al árbol que cortan, a los sentimientos que hieren, al tiempo que pasa y nos transforma en otra cosa. Este es un libro que nace de un recuerdo, y de la imposibilidad de poseer una flor que, para colmo, nos mostraban ante los ojos constantemente, de la reconstrucción de un camino personal u un viaje que han seguido millones de personas, bajo de guía de las estrellas, sobre piedras milenarias y huesos blanqueados. Finisterre se adentra con su lengua de roca en el mar. Allí, como si fuera un gran espectáculo, algunos viajeros se reúnen para ver la puesta de sol. La bola roja se hunde en el agua, como si allí, realmente, terminara todo lo seguro, todo conocido.