Golpes de luz, segunda novela para adultos de Ledicia Costas, nos traslada a un pueblo de Galicia marcado por el narcotráfico de los años 90. Un lugar donde muchos jóvenes descargaban droga o murieron víctimas de su consumo. En este contexto, la autora abre una ventana a la convivencia de una familia que, como otras en el lugar, arrastra heridas del pasado.
Son tres las generaciones que conviven bajo el mismo techo; y tres las voces que narran esta historia. Luz está a punto de cumplir ochenta años, y es una mujer independiente y enérgica. Nunca se separa de su martillo y vive pendiente de su jardín, la parte más importante de la casa. Tiene un comportamiento un tanto excéntrico y su cabeza ya no es la que era. Esto preocupa mucho a Julia, su hija, que acaba de volver a la casa familiar con su hijo Sebas, tras un divorcio que aún no ha superado. El dolor y las responsabilidades la abruman y llenan sus ojos de lágrimas. Sebas completa el retrato familiar: un niño de diez años curioso e imaginativo, que está convencido de que su abuela, eterna portadora del martillo, es Thor.
La narración del día a día de esta familia deja momentos tensos entre madre e hija, enfrentadas a causa del prolongado silencio de Luz sobre del abandono del padre de Julia treinta años atrás, y la necesidad de ésta de saber qué fue de él. Pero también transmite momento llenos de inocencia y cariño, la mayoría protagonizados por Sebas, que adora a su abuela.
Golpes de luz divierte y conmueve. Inspira ternura, pero también te pone en guardia. Está escrita con delicadeza y genio, y se lee con avidez. (Ana Rayas, 17 de marzo de 2022)