Si los novelistas consagrados comienzan escribiendo relato (“La Ternura del dragón” se mueve a medio camino entre este género y la novela corta) antes de tejer largas tramas, y Martínez de Pisón alargó las dos últimas décadas del siglo XX como un prolegómeno a lo que sería, en el siglo XXI, su producción de obras literarias mayúsculas en la narrativa larga. Del cuento se dice que debe encerrar dos historias, una principal y otra paralela y secundaria que suele actuar como una metáfora del argumento de la principal. De los tres relatos que componen este volumen, en “Siempre hay un perro al acecho” un matrimonio marcha a otra provincia en un viaje que simboliza la huida de sus problemas de pareja sin afrontar y de la realidad de una hija enferma. A lo largo del trayecto, las visiones negras que el conductor percibe a ambos lados de la carretera crean en el lector la atmósfera psicológica de que los fantasmas que les acechan van a sobrepasarles por mucho que avancen en esa huida. “La ley de gravedad” cuenta el regreso a casa de un hijo ante la agonía su padre y el esfuerzo de éste por lograr el reencuentro de ambos ante la intuición de su final. En la historia que da título al libro de relatos, en un pueblo castellano en el que equipo de futbol infantil constituye un elemento de cohesión entre sus vecinos, el fichaje de un entrenador mitificado que acaba decepcionando a la afición corre en paralelo con el periplo de uno de los jugadores del equipo buscando conocer a un padre cuya identidad se muestra al lector antes que al protagonista. Breves historias familiares creadas por quien, años después de la publicación del libro (1994), se ha convertido en el narrador por excelencia de los lazos de sangre a través de las generaciones con la reciente historia de España como fondo. Enlace al conjunto de reseñas publicadas aquí sobre Ignacio Martínez de Pisón: https://antoniocanogomez.wordpress.com/tag/martinez-de-pison/ www.antoniocanogomez.wordpress.com
hace 2 años