Hermosa narrativa, una perfecta y bien definida oda a la vejez. Y una breve ojeada al choque de opiniones generacionales y culturales, a las heroicas anécdotas de guerra, al machismo, a la riqueza de la vida de campo. Es casi imperceptible como capítulo a capítulo el lector se va anclando emocionalmente a Salvatore, o Bruno, como le conocen sus amigos partisanos. Y como en la recta final de su vida, su angelote Brunettino, despierta en él, sentimientos que desconocía que poseía. Admito que lloré colosalmente.
hace 1 año
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