En “Dos barcas sobre la arena” se narra la vida de Rafael y Miquela, protagonistas de un amor juvenil abruptamente truncado, que a las puertas de la vejez sienten, cada uno a su manera, la necesidad de reencontrarse y entender. Sus alejadas y dispares vidas se han desarrollado lejos del pueblo costero que los vio crecer. Por un lado, Rafael Sanchís se ha convertido en un famoso acuarelista, aunque cada vez es más consciente de que no todo han sido logros en su existencia. Los capítulos centrados en el pintor se alternan con los de Miquela, una mujer luchadora cuya historia se desarrolla en primera persona, es su voz la que nos acerca a su vida, a través de sus recuerdos y reflexiones. En ambos personajes surge la añoranza por ese fragmento de pasado común y una pulsión por volverse a ver.
La temática que abarca esta obra es muy amplia –las circunstancias personales que nos marcan, segundas oportunidades…– pero, sin profundizar en la trama para no destripar la lectura, me parece importante señalar que trata sobre todo del perdón en dos de sus facetas, el de perdonarnos a nosotros mismos y el de perdonar a quien nos ha hecho daño.
La novela nos sitúa alrededor del año 2020 y a través de sus páginas incide y se reviven los inicios de la pandemia y los estragos que provocó, el dolor por las numerosas pérdidas y la gran labor que hicieron los sanitarios. Este aspecto, quizá por lo inesperado, ha sido uno de los más emotivos.
Me ha gustado mucho la historia y sus personajes. Felo y Quela resultan entrañables, y después de leer el libro uno siente que los conoce perfectamente: la capacidad artística de él, a pesar de su frustración porque ninguna de sus “obras habitará en un museo”; el espíritu de superación de ella tras cada circunstancia adversa, aunque no pueda librarse de ese resentimiento tan profundamente arraigado… Es solo una muestra de la gran capacidad de la autora de retratar a los protagonistas y describir sus circunstancias personales. Cada fragmento está donde tiene que estar, logrando un conjunto armonioso y muy logrado, que resulta una delicia de leer.
También destacaría las referencias artísticas y literarias que aparecen, los epígrafes al principio de algunos capítulos y, en mi caso, he subrayado bastantes fragmentos que me han llamado la atención.
Estamos ante una novela bien construida, ágil y amena, con unos personajes verosímiles cuyas historias atrapan. El lector puede sentirse más o menos cercano a uno u otro de los protagonistas, pero es innegable que la narración de estos dos recorridos vitales –esas dos barcas que encontramos en el título y en la portada– constituye un viaje magnífico y sentido, que nos depara muchas emociones y sorpresas. En mi opinión, una lectura más que recomendable. (Esther Rodríguez, 17 de noviembre de 2023)
hace 1 año