Primero fue la pérdida de un gran amor. Después la anestesia, el bloqueo de las emociones para evitar el dolor. Y más tarde, el descubrimiento de que ya no había vuelta atrás: con el suicidio de los sentimientos, la muerte de los sentidos era total. Así empieza este libro intimista y descarnado en el que un hombre de identidad cambiante (antes se llama a sí mismo Urbano, después se vuelve Inocencio) descubre que la única manera de recuperar el placer es con experiencias radicalmente nuevas. El primer umbral hacia la recuperación del deseo será la música de Radiohead. El segundo, el asesinato. Contratado como asesino a sueldo, la vida vuelve a tener sentido. Nuestro héroe mata por encargo, y cada bala trae consigo un goce que Urbano consuma en su cama después de los asesinatos. Y cuando las víctimas que le son asignadas no son suficientes para calmar su ansia, la satisface en las calles, matando desconocidos elegidos al azar. Hasta que un día se enamora de la hija de un ministro... después de haberla liquidado, y transgrede el único tabú de los asesinos a sueldo: cruza las fronteras de la intimidad, con la lectura del diario de la muerta.