“Yo no recuerdo haber insultado invocando a los animales; los han convocado a todos para insultar. ‘Perro’ está en la Ilíada: ‘Ojos de perro’, dicen. ‘El caballo’ le decían a una compañera en sexto grado; ‘Gato’, a las prostis, y ‘Vaca’, a las gordas. Me identifico con Felisberto Hernández, que dice en su cuento ‘Úrsula’: ‘Úrsula era gorda como una vaca y a mí me gustaba que fuera así’. Se necesita valentía en el Río de la Plata para decir eso. ‘Lengua de víbora’ es otro insulto; ‘Buitre’, también. El tigre, el león y la oveja tienen buena prensa. Me gustan mucho los dichos camperos de la provincia de Buenos Aires, en los que cada situación, habilidad o deficiencia es ilustrada con un animal. Para la monotonía: ‘Siempre igual, como cara de oveja’. Para la formalidad: ‘Formal, como burro en corral’. Para la desconfianza: ‘Más desconfiao que caballo tuerto’. Para el que habla de algo que desconoce: ‘Qué sabe el burro ‘e confites, si nunca fue confitero’. Para la gente que saluda a todo el mundo en los pueblos: ‘Saludador como tero’ (el tero hace un movimiento de cabeza). Mi papá contaba que los viejos vascos del campo tenían apodos de animales: ‘Cebruno’, ‘Overo’, ‘Malacara’.” Fragmento de “Mi historia con los animales”, incluido en este libro.