Contra un mundo plagado de obligaciones, rutinas y otras cosas incomprensibles, los protagonistas de estos relatos se atienen a las pequeñas cosas, a las que pueden manejar. El eje de estos cuentos pasa por los congresos, los viajes, la vida familiar, los animales. Un hilo conductor une tan diversos asuntos: el interés por aspectos sutiles y curiosos que se esconden tras las prácticas e instituciones corrientes. En “Congreso” –el relato más extenso del libro– hay muy poco sobre aquello que congrega a los participantes y mucho sobre lo que se suele aprender al margen, al ser puesto en circunstancias tan distintas de las cotidianas. Durante los congresos se convive con desconocidos y se tiene la sensación de ser un extraño para sí mismo. Allí aparece la cara oculta de las actividades institucionales, en medio de las exposiciones y las mesas redondas. De pronto se eclipsa la actividad formal convocante y pasa a primer plano el modo en que la gente come, se viste, se vincula y se desvincula. Abundan los relatos de viaje que remiten a la experiencia periodística de la autora, donde aparece con particular humor todo aquello que jamás podría formar parte de una crónica convencional. Del cielo a casa es la frase que cifra a todos los relatos del libro, pero también es el título de uno de los cuentos, en el que se narra la distancia que existe entre lo que se supone que debe gustar y lo que realmente gusta. La protagonista se siente perdida y dispersa en un viaje y encuentra satisfacción en una mascota que llega a sus pies por accidente.