No pasa un día —nos dice John Kenneth Galbraith— sin que haya un comentario, en la prensa, en la radio o en la televisión, en un artículo, un libro o un discurso, sobre lo que está mal en la sociedad y sobre cómo remediarlo.» Sin embargo, hay algo que debería hacerse al propio tiempo y no se hace: investigar y determinar qué estaría bien, cómo debería ser una sociedad «buena», esto es, una sociedad mejor. Tal es el propósito de este libro, que empieza por distinguir lo que podría ser perfecto de lo que es factible. Porque el ejercicio de imaginar una sociedad perfecta, practicado a lo largo de los siglos por muchos pensadores, suele conducir al rechazo del modelo «utópico» por inviable. Lo que Galbraith se propone es definir una sociedad mejor que sea factible: un programa posible para alcanzar, en las circunstancias actuales, libertad personal, un bienestar esencial y la posibilidad de acceder a una vida satisfactoria. Un programa con una dimensión social: oportunidades de empleo para todos, enseñanza accesible, seguridad para quienes la necesiten, prohibición de las formas de enriquecimiento financiero a costa de los demás y una actitud cooperativa hacia el inmigrante extranjero. Galbraith nos habla en estas páginas de estos objetivos y de los obstáculos que se les oponen, como la inflación y el déficit, defiende la necesidad de una intervención pública en la economía para evitar la destrucción del medio natural, proteger a los más vulnerables de los empleados o combatir las tendencias autodes-tructivas del sistema, analiza el papel decisivo de la educación, la actitud ante los inmigrantes extranjeros, el síndrome burocrático o el problema de la pobreza en el planeta. Y lo hace con claridad y realismo. No en vano es el único de los grandes economistas de nuestro tiempo capaz de hablar al hombre de la calle en un lenguaje que éste puede entender.