La música, junto al tiempo, constituye quizás el problema filosófico más difícil. Pocos han sido los pensadores que se han atrevido a enfrentarse con ese monstruo ilusorio escurridizo como los espíritus. Uno de ellos fue T.W. Adorno. La filosofía de la música, entendida en un sentido amplio, fue la única preocupación teórica permanente a lo largo de su vida, y el resultado de sus reflexiones de más de cincuenta años forma un impresionante edificio teórico que en buena medida está todavía por descubrir y valorar seriamente, más allá de los inevitables y evidentes límites históricos e ideológicos que condicionan su obra de tardomarxista que optó militantemente por la vanguardia más radical y hermética tal como la representó la música de Schönberg, Berg y Webern. Aunque tras su vuelta del exilio americano a Alemania y la reinstauración del Instituto de Investigaciones Sociales en Francfort Adorno se dedicaría ante todo a las presentaciones sistemáticas como la Introducción a la filosofía de la música, sus reflexiones sobre la música se prodigaron también en forma de numerosos y pequeños escritos. Por distintas razones, algunos de ellos no fueron recogidos en volúmenes temáticos o misceláneos y, por ello, a pesar de su interés, apenas han conocido traducción a otras lenguas. Aquí presentamos algunos de estos textos donde se abordan las relaciones de la música con el lenguaje, de la música con la pintura y de la filosofía con los fenómenos musicales.