He creído ver en los ensayos que integran este volumen una curiosa coreografía de conceptos que se buscan, se integran, se repelen y se complementan combatiéndose en respuesta a una inquietud argumental común: lo cotidiano, la vida llamada diaria, sus posibles sentidos, su probable valor. Decidí agruparlos, para poner en escena ese doble movimiento de convergencia y dispersión, de unidad y diferencia, en torno al asunto que, no sin asombro, fui descubriendo que los emparentaba. Me agradaría que su lectura resultara amena, que estimulara otras, que despertara la solicita atención qué promueven la discrepancia o la emoción mayor de una idea bien plasmada. Casi todos estos ensayos fueron escritos, más que en respuesta a nítidos interrogantes previos, con el propósito de alcanzar alguna claridad sobre el motivo de la insistencia con que, desde la bruma, sus temas me pedían atención. No podría ser de otro modo. No es, sino la índole de los escritos de un pensador la que lo configura como ensayista y no las ideas que despliega con independencia de su composición literaria.