No ha sido el teatro lo que convirtió a Mercè Rodoreda en la voz femenina más poderosa de la literatura catalana de todos los tiempos y, sin embargo, su delicadeza, su estilo sinuoso, su sensibilidad también laten en estas obras. Cuatro piezas incluye esta edición; en realidad, cuatro mundos completamente diferentes: Doña Florentina y su amado Homero, nos invita al salón de unas vecinas, amigas tiempo atrás, donde Zerafina, la criada, al fin ha encontrado su lugar en el mundo; por otro, los vagabundos de El maniquí nos describen el ambiente de marginación en que viven y nos recuerdan que, pese a todo, tienen derecho a soñar en una vida pasa, tal vez inventada, pero mucho mejor; El hostal de las tres camelias nos propone una mirada al drama rural, protagonizado por unos personajes, paradójicamente, típicos pero no tópicos, desde el punto de vista de una sordomuda que se ve obligada a hablar; y, finalmente, en Un día nos adentramos en escenarios que reconocemos como propios de Rodoreda: la casa barcelonesa de Teresa Goday, a quien aquí nos presenta con el nombre de Caterina. Como en el conjunto de su obra narrativa, Rodoreda observa atentamente el comportamiento de sus personajes, reflexiona sobre su condición de manera desinhibida, y entre la risa y la alegría puede devenir en dolor y llanto conmovedor, o viceversa. En suma, este Rosas de fuego es una joya no sólo de la dramaturgia, sino de la literatura en general, y al fin el lector puede disfrutar de una nueva edición con una maravillosa traducción en español.