Tan seguro como las matemáticas: la suma de una editorial modesta, una edición artesanal y un texto clásico pero inesperado dan lugar a una pequeña joya de envoltura delicada y sumamente apetecible. La correspondencia de Flaubert con dos de sus coetáneas literarias, consagrada la una, novel la otra, es una magnífica oportunidad para leer prosa de altura, exquisita y cuidada, como corresponde al genio de las letras francesas del siglo XIX. La importancia aquí no está en el contenido de las misivas, las dudas del escritor incipiente frente a la maestra aventajada en el caso de la correspondencia con George Sand que se convierten en todo un despliegue de teoría literaria en la que mantiene con la joven aprendiz de escritora, Leroyer de Chantepie, sino en la forma, la adjetivación, la composición de un género, el epistolar, hoy en desuso. Una lectura muy placentera. (Gloria Magro)
hace 14 años