«Todos los dioses tienen sus enemigos, a los que deben vencer y aniquilar. El enemigo de Apolo era el gran dragón Python, al que debía enfrentarse y dar muerte antes de poder establecer su templo y su oráculo en Delfos». Es éste el mito que Fontenrose desentraña magistralmente al explorar no sólo las diversas fuentes y versiones disponibles sobre el mismo, sino también al relacionarlo con otros mitos griegos, como el que narra el combate de Zeus con Typhon, y con los mitos de los pueblos culturalmente cercanos —hititas, cananeos, babilonios, egipcios, indios— y de otros menos cercanos —chinos, japoneses, mayas, indios de América del Norte, cristianos, germanos—, todo ello sin dejar de tomar en cuenta la relación del mito con los rituales que acompañan a sus diversas variantes. Ejemplo inmejorable de mitología comparada, este estudio soporta con creces la conclusión principal de su autor: no hay entre los mitos del combate simples coincidencias y semejanzas, sino una verdadera relación «genética»: «Descienden de un original común, de un arquetipo». Y esto es así porque detrás del combate se esconden temas capitales para la humanidad como la creación del mundo y la existencia del mal. El mito del combate es en realidad una cosmogonía, una narración de la forma en que adviene el cosmos sobre el caos. Pero es también un mito de los ataques repetidos de las fuerzas del caos sobre las fuerzas del orden, de la lucha incesante entre ambos elementos. Si el dios-héroe defiende las fuerzas de creación, vida, actividad y orden, el enemigo-dragón defiende las de caos, inacción, inactividad y muerte. «Ello equivale a decir —sentencia el autor— que ambas fuerzas, las de la vida y la muerte, son necesarias en un individuo y en un mundo correctamente equilibrados». Esta verdad fundamental del espíritu humano, disfrazada por las «fantasías» del mito, que a pesar de su vasta diversidad conserva una unidad indisoluble, es quizás la mayor aportación de este libro, indispensable para todo aquél interesado en la mitología antigua.