¿Se puede escribir con sinceridad, sin miramientos, a tumba abierta? Tal es la apuesta insoslayable de este libro que puede provocar la complicidad o el rechazo del lector, pero que con toda seguridad no lo dejará indiferente. Rompiendo el acartonamiento de los géneros y de los estilos, estos ejercicios descarnados nos muestran cómo un alma madura vuelve sobre su propia memoria o sobre la cotidiana estupidez que la rodea para echar una mirada desencantada sobre el mundo de los otros, que también es su mundo propio. Se recupera para el lector la visión del niño que el autor no fue, para mirar alrededor con ingenuidad, justamente cuando ya no parece posible ser ingenuos. Lynch escribe no «sobre» o «acerca de» una circunstancia, sino al dictado de esa misma circunstancia. Cumple así la olvidada consigna de Novalis cuando advertía que «La Filosofía es la prosa». El resultado es una escritura sin mediación y sin proyecto, que poco a poco va generando en torno de la lectura una poderosa sugestión.