Todo lo que parecía sólido se desvanece. El mundo político, social, económico, religioso y cultural se deshace, pero lo que emerge es informe, caótico, difícil de precisar; justamente, porque está emergiendo. Los valores tradicionales se descomponen, las creencias que habían sustentado a nuestros antepasados en los momentos críticos de sus vidas se desvanecen y la estructura social muta hacia formas desconocidas. Lo mismo ocurre con los ideales y certidumbres políticas, sociales, culturales y religiosas. Sin embargo, necesitamos mapas o cartografías culturales para orientarnos, para saber dónde estamos y qué es lo que está pasando; porque solo conociendo el escenario puede determinarse uno a sí mismo y comprender su lugar en el mundo y su rol en la sociedad. Este es el fin que mueve este atinado texto: diagnosticar el humus cultural y social de nuestro tiempo. En un universo tan volátil como el nuestro, cobra aún más sentido preguntarnos cómo es posible alcanzar la serenidad o la fuente interior para albergar una mínima tranquilidad anímica y sobrevivir en la era de la incertidumbre.