La inteligencia espiritual pone en juego el desarrollo pleno no sólo de la persona sino de las culturas y de los pueblos. Todo ser humano en toda comunidad humana dispone de una inteligencia espiritual que no se adscribe a una obediencia religiosa determinada. Más allá de ésta, todo ser humano tiene un sentido y unas necesidades íntimas de orden espiritual tales como la felicidad, el bienestar integral y el goce de la belleza y de la cultura. En contextos de anemia espiritual como en el que nuestro tiempo se encuentra, el desarrollo de la inteligencia espiritual abre horizontes nuevos e insospechados en el corazón mismo de la rutina diaria, de la inmediatez y del interés a corto plazo.