Cuando apenas tenía siete años me regalaron una caja de cartón con agujeritos que contenía un montón de pequeños huevecillos. Me aseguraron que se iban a convertir en gusanos de seda. Todas las tardes al regresar del colegio a casa me iba derecho a ver si habían nacido los gusanos. Tuve que esperar muchos días hasta que los vi moverse. Estaban inquietos por su comida. Yo ya había visto donde vivían las moreras que tanto le gustan y me había provisto de sus hojas. Mis gusanos crecieron hasta empezar a producir seda. Mis amigos venían a verlos. Al fin se convirtieron en mariposas y volaron. Desaparecieron por la ventana de mi habitación dejándome sus capullos. Yo pensé que eran eternas, pero mi abuela Asun me contó la historia de su riqueza y su origen como hoy te la cuento yo a ti.