Cuando la segunda legislatura de Zapatero camina hacia su final, es momento de hacer balance de un legado político que suscita cada vez mayor rechazo social. A tres errores capitales de gran calado y trascendencia, como son la negociación política con ETA, la ruptura de la articulación territorial de España con el Estatut, y la negación y posterior mala gestión de la crisis económica, se suma una forma de gobernar que ha alterado profundamente los consensos básicos de la sociedad. A lo largo de todo ese recorrido, Antonio Jiménez ha ido señalando una a una las líneas rojas que traspasaba La Moncloa, al tiempo que denunciaba el agobiante claustro de lo políticamente correcto con que desde el poder se intenta manipular a la opinión pública.