Los vasos comunicantes son aquellos que restablecen la unidad entre el mundo de la vigilia y el del sueño. Lo importante es «retener de la vida despierta lo que merece ser retenido». Por eso el sueño libera, exhibe, crea, borra la noción del tiempo y provoca una «conspiración de silencio y de noche» en torno al amor. El sueño sobrepasa la realidad y restituye la presencia de los seres amados y ausentes. La mujer, enigmática y evasiva, aparece envuelta en melancolía y soledad. Los lugares, los objetos, las personas cobran sentido auténtico al animarse por la afectividad evocadora e irracional del poeta. Y es éste el que vuelve a colocar al hombre en el corazón del universo. En este libro, André Breton pretende demostrar que el mundo real y el del sueño son el mismo; examina las diversas teorías de interpretación del sueño y se detiene principalmente en la propuesta por Freud. Pero para Breton la unidad del sueño y de lo real tiene su raíz en una transformación social. Sin embargo, eso que él busca más allá de la revolución es «el destino eterno del hombre».