En un periodo de evidente conmoción interna, con una epidemia de peste imparable, un crack económico por falta de plata, con las fronteras del norte y del sur del Imperio acosadas por bárbaros que quieren vivir como romanos y por la aparición de grupos antisistemas de la época como los cristianos, Marco Aurelio se esfuerza en mantener en pie un imperio que se tambalea. Para prevenir lo que ya es una evidencia, Cara Pescao y sus socios hispalenses y gadiritas, arman un barco en Gades para ir por la costa atlántica africana en busca del oro de los negros. El Imperio empezaba a vivir el principio de su fin. Sus dioses habían muerto o estaban a punto de fenecer.