La vida nos interpela de modo incansable aunque, muchas veces, porque estamos distraídos, no tenemos ganas de responder o, por lo que fuere, miramos para otro lado. Sin embargo, cuando en la circunstancia resulta que la interpelación es imperativa, no es posible mirar para otro lado; los días de confinamiento valen como ejemplo: ahí no tuvimos más opción que dirigir la mirada a nuestro entorno... y, claro, te preguntas por lo que está pasando y, más que mirar, escrutas. Si, además, te gusta la fotografía, te llevas la sorpresa de empezar a ver lo que siempre has tenido delante y nunca has sido capaz de (en)cuadrar... No hay modo de hacer oídos sordos: escuchas lo que ese maremágnum -que acaba de perder su condición de tal- te dice...