Desde hace un par de décadas la producción literaria de Ryszard Kapus´cin´ski –en prosa, su poesía es un capítulo aparte– discurre por dos cauces independientes: paralelamente a obras monolíticas –como El Imperio o Ébano–, a partir de 1990 se han ido publicando en su Polonia natal sucesivas entregas de Lapidarium (en noviembre de 2002 ha salido la quinta). Se trata de libros que, de existir tal categoría en las teorías de la literatura, se inscribirían en la corriente que se podría definir como la «poética del fragmento». En un inicio –allá por 1982–, un Ryszard Kapus´cin´ski en paro (a raíz del estado de guerra se había clausurado la revista Kultura, de cuya plantilla el autor formaba parte) empezó a tomar notas sueltas y aparentemente inconexas en torno a lo que sucedía a su alrededor, sazonándolas con grandes dosis de reflexión acerca del destino del hombre y el mundo contemporáneos. No tardó en descubrir que el fragmento –en sus palabras: «esa escritura libre y espontánea que salta de un tema a otro como lo hace en cuestión de segundos el pensamiento»– no sólo se ajustaba perfectamente a su temperamento de escritor sino que, reunidos en un volumen, aquellos retazos de la realidad vivida y pasada por el tamiz de la reflexión acababan por formar, cual pinceladas impresionistas, un abigarrado y pertinente retrato de nuestra época. En los Lapidaria, concebidos como un collage de textos breves (algunos de un par de líneas apenas) cuya lectura se puede empezar, interrumpir y retomar por cualquier página, Kapuscinski despliega un amplio abanico de formas y recursos narrativos: desde descripciones de episodios significativos que se le habían quedado en el tintero (un material precioso rescatado de sus experiencias pasadas) hasta análisis de las «cuestiones palpitantes» del mundo contemporáneo, pasando por citas de autores cuya obra (o una faceta de la misma) le llama la atención.