LA VIDA ES LO QUE TOCA

LA VIDA ES LO QUE TOCA OLIVARES, INÉS

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Nota media 9 Excelente 1 voto 1 críticas

Resumen

"La vida es lo que toca" es un libro de poemas, pero sobre todo es un cúmulo de emociones sobre el papel, con un lenguaje directo y cotidiano. A lo largo de sus páginas, y utilizando palabras y expresiones que forman parte de nuestro vocabulario habitual, en ocasiones utilizando la rima, otras veces con verso libre, la autora va hablando de temas universales como la muerte, el amor, la soledad, las heridas, la infancia...muchas veces incluso desde la ironía. Es un libro que busca no dejar distancia con el lector, que los que se acerquen a estos poemas se reconozcan y compartan esa confusión que sentimos tantas veces al no terminar de entender nuestra existencia, de reconocernos valientes y temerosos al mismo tiempo, enormes y diminutos, vulnerables y firmes, mientras no nos queda más que transitar hasta el final e intentar dejar a nuestro paso alguna enseñanza a los que aún caminen. O al menos nuestra historia de vida.

1 Críticas de los lectores

Una poesía cuya sencillez y cercanía, abraza y reconforta.

Existe una poesía de oropel: ostentosa, grandilocuente y huera, autoindulgente en su impostada gravedad, cuyo objetivo único es epatar en lo superficial, rellenar y saciar con una estética barroca pero irremediablemente estéril. Esta poesía es diametralmente opuesta a aquella que nos propone Inés Olivares en su primer poemario formal, conformado por un lirismo esencial, sencillo, mullido y confortable, con la cercanía y proximidad de las palabras de un ser querido. Una mirada desprejuiciada, con la ternura de una infancia todavía presente, pero bajo el filtro aleccionador de la vivencia adulta, con sus rutinas y su cotidianidad. La autora extrae imágenes cercanas, brillos fugaces surgidos de rincones ocultos, belleza solo apreciable por una sensibilidad despojada de artificios, capaz de rebuscar la escondida mística que guarda la quietud y el silencio, afirmando que la divinidad puede aparecer en las migajas del mantel o en la vajilla sin fregar; todo ello, utilizando una rítmica espontánea, abierta, como una danza improvisada siguiendo una melodía conocida pero ya olvidada.

Lo que nos ofrece la autora es emoción; una emoción tangible, vivificante como un café al atardecer en un día de otoño, y como tal, con un irremediable poso de melancolía por lo vivido, sin reflejar en ningún momento, ni un ápice de rencor, arrepentimiento o miedo; dejando tras de si, un rastro de tierra mojada, un ambiente límpido, un perfume delgado y sutil, pero irremediablemente crepuscular.

Somos nuestras vivencias; quizás discretas, desposeídas de épica y grandiosidad; pero esas vivencias son nuestra esencia, y como tal, tienen la capacidad única de moldear la huella indeleble de nuestra presencia en este mundo. (José Mª Durán, 24 de junio de 2025)

hace 2 semanas