En torno al año 1050 de nuestra era, los anasazi habían creado en el suroeste de Norteamérica un imperio que no tenía parangón. Maestros astrónomos, comerciantes y arquitectos, destacaron por sus avanzadas edificaciones y por poseer una compleja red de carreteras. Sin embargo, en el momento álgido de su civilización, las luchas internas, los ataques externos de otras naciones y una terrible sequía acabaron con este floreciente pueblo.