Este libro es una locura, en un sistema de muñecas rusas de otras locuras. La edición tiene muchas miserias, y excesivos oropeles, pero también multitud de pequeñas historias de glorias secretas, de proezas épicas jamás contadas, que sí merecerían un lugar en la memoria colectiva de las ciudades. Locuras, las llamo, pues donde otros editores buscan —lo digan o lo oculten— un negocio, en estos otros casos a los que me refiero la idea es, justamente, casi lo contrario: a duras penas, sobrevivir. Y en la ciudad a la que se dirigió en la realidad y en la ficción el autor del Quijote, Barcelona, buscando a un impresor-editor, en esta misma Barcelona de nuestros dolores y amores, se ha ido tejiendo y destejiendo la historia de una editorial (sureña, como sureños son multitud de los habitantes actuales de esa ahora enorme acumulación de personas) que se llama Carena, y cuya supervivencia es un misterio. Pero que ahí sigue. En parte ese misterio, que también es un milagro, lo desvela este libro. Enrique Murillo. Periodista y editor