Daniel Matesanz se jubila con solo sesenta años. Ante el reto que supone la jubilación siente inevitable realizar un balance de su vida y acometer esos asuntos que se pospusieron “para cuando se pueda”, porque su vida hasta el momento no la ha sentido muy relevante. El autor plasma esto de un modo muy certero explicando la vida de Daniel hasta entonces en un solo párrafo. No parece gran cosa. El miedo a perder los recuerdos, a resultar irrelevante, le atenaza: Olvidar es perder, como si nunca hubiera existido. Los recuerdos no son sobre como pasaron las cosas, sino sobre cómo queremos ahora que hubieran pasado. Leyendo un artículo sobre una isla noruega en la que, en una bóveda bajo tierra, está ubicado un almacén de semillas mundial que guarda estas en previsión de catástrofes, siente la necesidad de ir a conocerlo. Cree haber encontrado la metáfora, el simbolismo perfecto: sueña con una Bóveda de los recuerdos. En ella quiere reconstruir la historia de su tío Adolfo Matesanz, ya que es una deuda que contrajo con su padre Roberto y consigo mismo cuando se le contagió “la herida”. Cree que ahora debe rendir cuentas y pagar ese tributo. Para lograrlo cuenta con la ayuda de sus escritos de cuando era niño y adolescente en sus cuadernos Centauro. Impulsivamente, se sube a un avión y pone rumbo a Svalbard, en Noruega, cargado apenas con sus cuadernos, su ordenador y una idea.
En el avión conoce a Pepa, una mujer con un parche en un ojo que le da conversación. Una vez en Svalbard, se vuelven a encontrar y él le cuenta su misión. Ella le recomienda que el modo de crear su Bóveda de los recuerdos es escribir un blog, de modo que le ayuda a crearlo y le incita a contar la historia escribiendo lo que sí sepa e inventando lo que no. A partir de ese momento, el libro se escribe a dos tiempos: el presente de Daniel y Pepa y el pasado de Adolfo Matesanz en los tiempos postreros de la guerra civil española. En un giro sorprendente, la propia Pepa se verá atrapada también en la historia cuando descubre que sus propios familiares también están involucrados.
Carlos Alonso Sáinz, utiliza la historia de los antepasados de Daniel y Pepa para ilustrar una nueva mirada a los últimos meses de la guerra civil, a la postguerra y los tiempos convulsos posteriores. Busca una manera de reflejar esa “herida” que dejó la guerra no solo en los directamente implicados, sino también en sus hijos y reclama que se amplíe a más generaciones. Con una prosa trabajada y buen ritmo, de frases cortas y estilo directo, el argumento se va desvelando pasando por la perspectiva de los diferentes protagonistas. El autor ha creado unos personajes psicológicamente complejos que portan una gran carga emocional y los ha situado en atmósferas únicas, cargadas de simbolismo; tanto las del presente, ayudadas por las descripciones de los paisajes y el ambiente de la isla noruega, como las del pasado, para las cuales se apoya más en lo sensorial.
No se puede decir que se trate exactamente de un libro político pero sí es un libro de denuncia, comprometido con la idea de la Recuperación de la Memoria Democrática, en el que además de las heridas de la Guerra Civil Española también se abordan de un modo lateral temas como el machismo o la lgtifobia, y que pretende servir de homenaje a los combatientes, los refugiados y los represaliados. (Inma Muñoz, 12 de agosto de 2024)
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