Toda existencia acaba siempre derrotada. El tiempo y la muerte se encargan de ello. Hay seres que eligen alcanzar la derrota final antes que el resto. Pero, dentro de este grupo, hay mentes rebeldes que todavía consiguen encontrar una última vía de escape, precisamente cuando ya han aceptado ese destino inexorable. Esa es la paradoja que encontramos en la sorprendente autobiografía de Jacques Mesrine, el hampón que fue declarado enemigo público número uno en Francia y Canadá. No sorprende por lo que cuenta –su actividad criminal y su compleja personalidad-, sino por ser capaz de relatarlo con la energía y la honestidad que lo hace, una vez que ha perdido toda esperanza de volver a las andadas. Posiblemente fuera su último recurso de evasión. Nos muestra su evolución, la de un ser inteligente y sensible, que daba a su concepción del honor un valor impagable, hasta convertirse en un criminal cruel y despiadado, sin el menor escrúpulo cuando desataba toda la violencia que llevaba dentro. Está convencido de haber vivido en un mundo paralelo, que no se cruza con el de la gente normal, salvo en sus incursiones para robar bancos y en sus enfrentamientos con la policía. Mesrine también habla de amistad, de amor, de lealtad, de traiciones. En definitiva, una obra cuyo principal valor es el de dar a conocer qué puede pasar por una mente criminal no aquejada de ninguna patología aparente, y qué motivos pueden determinar la conducta de alguien que elige voluntariamente vivir contra la ley, cuando su posición social y sus capacidades le habrían permitido desenvolverse con cierta holgura en el mundo burgués en que había nacido. (Luis V. Pérez)
hace 14 años