El sistema económico que nos gobierna, heredero de las políticas neoliberales de la pasada centuria, ha experimentado un crecimiento constante en los últimos treinta años. Este incremento se ha concentrado en un uno por ciento de la población mientras que las rentas de la mayoría se estancaban. En el caso concreto de España a todos estos factores —la distribución de las rentas y la actividad económica por parte del poder económico y político— se sumaron otras singulares —una impresionante burbuja inmobiliaria, un endeudamiento y un ahorro nacional insuficiente, una supervisión de las instituciones financieras particular— que han hecho que ésta se haya manifestado con gravedad. No es posible determinar si el detonante inicial de los problemas fue la crisis financiera exterior, el estallido de la burbuja o ambas. Lo cierto es que el modo en que venía funcionando la economía española habría terminado por provocar la recesión, por ello es necesario atajar los males estructurales de nuestra economía, porque a pesar de las dificultades, a pesar de lo que digan los políticos y los economistas neoliberales, hay alternativas.