Desde el principio te animo a que permitas que el relato del hijo pródigo del Evangelio penetre en ti -pasando de tu mente a tu corazón-, de forma que las imágenes de esta historia lleguen a grabarse en tu espíritu. Confío en que algo nuevo nacerá en ti, que será muy diferente de lo que pasó en mí, algo que será solamente tuyo. Que sepas simplemente que lo verdaderamente importante es cómo recibes esta parábola. La parábola y el cuadro te están invitando a pasar, te están llamando a entrar y a participar como uno de los personajes. Escoger formar parte del relato te permitirá llegar a ser consciente de nuevas relaciones con tu propia vida, por lo que te exhorto a que dejes que su historia se convierta gradualmente en tu propia y más íntima historia.