La mesa de maderade mi alcobanunca ha echado raíces, pero guarda en sus vetas el temblor de los pájaros.
Ninguna voz es dueña de sí misma, toda voz es reflejo de otra voz, toda palabra, refracción de la luz de otra palabra.
Subido a lo más alto de mi sangre sobrevivo a la deriva del siglo respirando por ti.
“XXXVIII”, de Basilio Sánchez.