Schopenhauer escribió que hay épocas en la historia en las que el progreso es reaccionario y la reacción, progresista. Hoy todo el mundo presume de progresista. Y los practicantes de esta nueva religión se creen la vanguardia de la transgresión y la incorrección política. Pero la verdadera transgresión se encierra en libros como éste que, al arremeter contra los valores dominantes, escandalizará a los modernos inquisidores. Y no sólo a ellos, sino también a los menguantes conservadores en un mundo en el que cada día van quedando menos cosas dignas de ser conservadas. Por eso estos escritos son reaccionarios, porque empujan a reaccionar y cuestionar un buen número de dogmas aparentemente intocables: ¿Es pecado denunciar que el Estado de las Autonomías fue diseñado, según los deseos de los separatistas, para procurar la progresiva disolución de España? ¿Por qué se tiene miedo a denunciar que sobre los nacionalistas llamados moderados recae la enorme responsabilidad de alimentar el terrorismo etarra? ¿Por qué la versión ortodoxa de la Historia ha de ser fijada por los Parlamentos y vigilada por los jueces? ¿De dónde sale la superioridad moral de una democracia occidental que se cree autorizada para imponerse planetariamente incluso por la fuerza de las armas? ¿Por qué la Leyenda Negra sigue lastrando la reputación de España tanto entre los extranjeros como entre los propios españoles? Éstas y otras muchas cuestiones son el objeto de este libro riguroso e irónico que demostrará al lector cómo se pueden poner patas arriba un buen número de dogmas contemporáneos que casi nadie se atreve a cuestionar.