Mickey Mouse, Hello Kitty y Pikachu tienen algo en común: encajan plenamente en el patrón estético de lo que en inglés llaman «cute» y que en español identificamos con las cosas monas, adorables, achuchables… en definitiva, con lo Cuqui. Son figuras, muñecos, personajes u objetos que despiertan nuestra ternura, nuestra capacidad de empatizar y proyectar amor por su combinación de colores, sus formas redondas y suaves, o su tamaño pequeño y manejable. Lo Cuqui está por todas partes, nos despierta emociones y adhesiones, nos anima a comprar y a coleccionar; nos tatuamos, decoramos nuestra casa, forramos nuestras carpetas y tapizamos nuestros coches con motivos cuquis. Es indiscutible, pues, que lo Cuqui tiene poder. Pero ¿en qué consiste ese poder?