Frente a la mística, de los consuelos imposibles y de los premios o castigos de otro mundo. Epicuro levantó la firme muralla de un mensaje revolucionario. Con ello alumbró, de una luz distinta, la democratización del cuerpo humano, el apego a la vida y a la desamparada carne de los hombres. Y, sobre todo, imaginó una educación y política del amor, única forma posible y esperanzada de seguir viviendo. Entre otra muchas cosas, el epicureísmo nos puso en camino de superar, desde una revolucinaria idea de la existencia, la doble mora, la doble o múltiple verdad, bajo la luz que se levanta desde el reconocimiento real del cuerpo, de su libertad y de su forzosa y solidaria instalación en el mundo...