Derek Raymond hace gala de un estilo personal inimitable, con un sabor triste y magnífico. La naturalidad de sus expresiones hace que el lector se implique tanto en la trama que consigue su complicidad a la hora de avanzar capítulo a capítulo, sin importarle demasiado las pistas que va recogiendo a lo largo de la novela. Al terminar de leer El diablo vuelve a casa se te queda la sensación de un mundo maldito pegado en el paladar, una sensación fascinante y real, una angustiosa sacudida de adrenalina. Algo genial.
hace 12 años