Juan de Lucena, escritor soriano, judeoconverso (1431-1504), es una de las voces literarias más singulares de nuestro siglo xv castellano. Perteneciente al grupo de hombres que se dedicaban al estudio, los «letrados», fue una figura que, en medio de una sociedad sacudida por problemas sociales, políticos y religiosos, mostró una actitud valiente y comprometida, incluso arriesgada, en ocasiones, cuando tuvo que defender las causas ―sobre todo de índole social y religiosa― que él consideró justas. Completó su formación académica en Roma (1458-1464), en la curia del pontífice Pío II, fue embajador de Fernando e Isabel en importantes cortes extranjeras y, después, abad de Covarrubias (1486-1492). Sus obras más relevantes son el Diálogo sobre la vida feliz (1463) y la Epístola exhortatoria a las letras (1482). La primera pone en escena a tres personajes relevantes de la época, don Alfonso de Cartagena, obispo de Burgos, el marqués de Santillana y Juan de Mena (a los que se unirá al final el propio autor), quienes debaten acerca de la posibilidad de alcanzar o no la felicidad en esta vida. Tras repasar los diferentes estados sociales —desde los que poseen enormes riquezas hasta el más humilde labrador, pasando por religiosos, reyes e incluso el Papa―, llegan a la conclusión de que la vida feliz sólo puede residir en el cielo, cuando las almas puedan gozar de la vida eterna. Este argumento, sin embargo, le sirve al autor para llevar a cabo una denuncia, no exenta de agudas críticas, de los problemas más acuciantes de la sociedad de su tiempo. La Epístola exhortatoria a las letras es una defensa del estudio y del saber —un alegato, en definitiva, a favor de las litterae humaniores― y un panegírico de la reina Isabel, quien, en medio de sus arduas ocupaciones, aún encuentra ratos libres para estudiar el latín. Lo destacable es que, al calor de este empeño de la Soberana, se despierta una fiebre enorme entre todos sus súbditos por emularla, hecho que supone la recuperación, para Castilla, de las letras, que, en boca del autor, habían estado olvidadas hasta ese momento.