«Las vidas de algunos hombres pueden leerse como prismas de su tiempo. Al modo de un cristal facetado, capturan la energía de la historia y la descomponen, desplegando los matices fundamentales de su época y creando con ellos una nueva forma de luz. William Morris, hijo inequívoco y rebelde de la revolución industrial, es un caso privilegiado de esta cualidad. Nacido en 1834 y muerto en 1896, su vida transcurrió paralela al victorianismo triunfante que convirtió a Inglaterra en la fábrica del mundo y consagró a la hicpocresía como sustento moral de la sociedad. Sensible a los movimientos que atravesaron el siglo diecinueve inglés, Morris decidió reformularlos y resistir a la miseria de su época desde valores opuestos a los que ella promovió: la nobleza del trabajo humano, la camaradería e igualda entre los hombres y la consecución del socialismo por medio de la revolución. Una impugnación radical inspiró a William Morris su revuelta contra la época que le tocó vivir: la fealdad del mundo que el capitalismo estaba erigiendo a su alrededor. Así, descalificó el progreso civilizatorio en virtud del derecho a la belleza y propuso modos alternativos para la organización de los hombres y la producción industrial. En el ideal de Morris, la técnica sería además un modo de laética y no un altar erigido al progreso donde sacrificar la propia humanidad». (Estela Schindel) «[...] Además del deseo de producir cosas hermosas, la pasión rectora de mi vida ha sido y sigue siendo el odio hacia la civilización moderna [...]» (William Morris)