El éxito de Akira Kurosawa en el Festival de Venecia de 1951 con Rashômon no sólo descubrió al público internacional la calidad técnica de un director que acabaría siendo uno de los más importantes de la historia, sino que además puso en el mapa cinematográfico la figura de un personaje, el samurái, que hasta entonces formaba parte de un género autóctono muy privativo. El Chambara o películas de samuráis concretó su poderío de atracción con otros grandes clásicos que vinieron después, como por ejemplo con la inmortal Los 7 samuráis, acaso porque Kurosawa y contemporáneos supieron perfilar la rama desde una perspectiva también occidental, que provocó que los trazos del Western contagiaran a estas aventuras protagonizadas por los guerreros feudales nipones. La llega da la politizada década de los 60 supuso que el género tomara un cariz reivindicativo, a la par que el cine de Arte y Ensayo se ponía de moda. Masaki Kobayashi y Masahiro Shinoda alejaban al samurái del context sadajiichikawa meramente familiar donde las cintas de la Toei protagonizadas por Misora Hibari se movían. Ahora, personajes como Miyamoto Musashi o Tange Sazen, y asimismo estandartes del Yakuza Eiga como el ciego Zatoichi, estarán acompañados de almas en pena que llevarán a la filosofía del bushido hasta su máxima expresión de sacrificio por el honor. La violencia, gore y sexo de los años 70 no pudieron salvar al Chambara de su decadencia, incluso aunque hoy en día sagas como la de El lobo solitario y su cachorro sean tan veneradas. En todo caso, el aficionado al Manga que devoró estos cómics sobre samuráis en aquellos años, tiene en las generaciones actuales unos descendientes que han vuelto a popularizar el Chambara. De este modo, Azumi y el guerrero Kenshin han tenido en la pantalla exitosas adaptaciones que mantienen viva la mecha del samurái, ayudada ésta también por los triunfantes éxitos de superproducciones americanas como El último samurái con Tom Cruise, el díptico Kill Bill de Quentin Tarantino o el Zatoichi de Takeshi Kitano. Cine de Samuráis. Bushido y Chambara en la Gran Pantalla estudia todo esto, pero además se adentra en los inicios del género, en su representación en la televisión, y hasta aporta pequeños apuntes sobre la realidad del guerrero, el Zen, y la influencia del bushido en las artes marciales. Juan Manuel Corral parte de los tiempos en los que el Kabuki proponía cientos de historias sobre samuráis, cursando pertinentes biografías sobre las familias teatrales más importantes; luego, continua aligerando la oscuridad que impera en la época del cine mudo y de la preguerra, donde la mayor parte del legado se encuentra desaparecido; y completa la obra con las novedades más actuales, firmadas algunas por directores como Takashi Miike.