Amor en bruto, amor sin cerraduras, amor sin intereses, amor con cara de niño que se sube a tu cama y pega un millón de saltos sobre tu colchón. Amor. Amor y tirantes que caen como aves desmayadas, el ruido de sus tacones por tu casa, abrazos que no duelen, abrazos que traen toda la analgesia, caminar lejos de esta rutina de lunes manchados, caminar lejos del borde infectado de las despedidas, asomarse al balcón de los encuentros, mandar un arsenal contra el olvido, malvender toda la pena y con lo que se saque comprarse dos billetes para volar hasta el otro lado del océano a bordo de un avión de papel y ver desde allí que hay cosas, gestos, que no son provisionales, y no lo son porque el amor que alguna vez fue se queda para siempre, aunque nunca vuelva, aunque vivas otras cien vidas, cada amor deja un cerco imborrable en la superficie de la memoria. Hay amores que no son prisa ni prosa, sino pura poesía.