“Me llamo Boy 21. Soy un prototipo enviado a vuestro planeta para recopilar información sobre lo que vosotros los terrícolas llamáis emociones”. Es la carta de presentación del personaje de un libro que conseguirá enganchar a la lectura a jóvenes y adultos por igual, con el baloncesto como telón de fondo. En la historia no hay nada casual. La disciplina del deporte, el humor que despiertan determinadas situaciones y una amistad que se va forjando poco a poco son los factores clave para que el libro permanezca en nuestra memoria como un bálsamo. No hace falta que nos creamos que uno de los personajes pertenece a otro planeta, pero sí que es cierto que cumple su misión a rajatabla. Al instituto de un pequeño pueblo dominado por la mafia irlandesa, la violencia callejera, las drogas y los conflictos raciales llega un chico nuevo que se hace llamar Boy 21 (el mismo número de su camiseta) y que fascina a todo aquel con el que se cruza pero sobre todo a Finley, un joven callado en extremo que proviene de una familia desestructurada y que, por si esto fuera poco, esconde un secreto desgarrador que no se atreve a compartir con nadie. El baloncesto es la tabla de náufrago a la que se aferra Finley y juega maravillosamente bien en un equipo donde todos los jugadores son negros. Cuando Boy 21 y Finley se conocen llegan a conectar tanto que son capaces de entenderse casi sin hablar y al secreto de Finley se le une el de Boy 21, casi tan terrible como el suyo. ¿Saldrán a flote? Lo descubrirás leyendo esta entretenida novela. (Àngels S. Amorós, 21 de diciembre de 2016)
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