Pásenle, este es su libro. Me gustaría que lo fuera. Escribo para no quedarme solo, solito y mi alma con mis recuerdos. Por eso, para eso, llevo ya tantos años viviendo acontecimientos, empleando palabras para volverlas anécdotas, historias, pequeñas estampas de lo humano. No siempre lo logro, no siempre fracaso. El tiempo y tú, lectora, lector querido, se encargan de discernir entre lo memorable y lo olvidable, entre lo leve y lo pesado. El resultado de esto es una primera selección. Después de unos cuantos años, la Rubia Misteriosa (que es muy curiosita) y yo nos juntamos, tijera y pegamento, y nos ponemos a armar un libro que tiene y no que ver con los originales que lo nutren. La vida de un periódico es ligera y se mide en horas; la de un libro, yo espero, es más prolongada y de mayor entidad. Todo esto puede lograrse si consigues recombinar con eficiencia los materiales -palabras y silencios-del origen y hacer una constelación con las que fueron luces dispersas. [...] Este volumen de mis memorias reprocesadas está dedicado a la familia. En particular, a una de sus variedades más virulentas y nocivas: la familia mexicana. No les digo nada nuevo si les comento que la familia azteca es montonera, metiche, irrespetuosa, triturante, mafiosona, poco afecta a la democracia, prejuiciada, belicosa, mitotera, apapachona, solidaria hasta la infamia, fiestera, ritualista, machista y divertidísima. Los integrantes de estos apelmazados clanes viven y mueren convencidos de que su familia es única, mejor que cualquier otra, depositaria de las esencias nacionales, con antepasados oscuros pero admirables, pobres (o ricos, o de clase media), pero muy honrados. Para decirlo con voz de mis tías: decentes, decentes, sólo quedamos nosotros. German Dehesa